Glinda apreciaba el Día de San Valentín, el día más mágico del año. En Oz, pensó, era una época de grandes gestos. Ella planeó una brillante sorpresa para Fiyero, su apuesto príncipe. Fiyero se rió y dijo que el amor de Glinda era tan radiante como la Ciudad Esmeralda. Él le dio un amuleto en forma de corazón, llamándolo símbolo de su vínculo inquebrantable. Glinda sonrió, pero sus pensamientos se dirigieron a Elphaba. Se preguntó que la maldad no siempre significaba crueldad: podía significar un amor incomprendido. Mientras Fiyero le tomaba la mano, Glinda decidió apreciar la felicidad que tenía. En la Tierra de Oz, incluso el amor tenía sus complejidades.